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martes, 18 de junio de 2024
domingo, 9 de junio de 2024
Archivo: Difusión
9 DE JUNIO, DÍA INTERNACIONAL DE LOS ARCHIVOS
Archivos cofrades
José Jiménez Guerrero
En el año 2004 se celebró en Viena el
Congreso Internacional de Archivos. Entre las resoluciones adoptadas se aprobó
la de solicitar a las Naciones Unidas la creación de un Día Internacional de
los Archivos.
Desde el año 2008, auspiciado por el ICA
(Consejo Internacional de Archivos /International Council on Archives), se
celebra cada 9 de junio el Día Internacional de Archivos. Con este motivo, mi
querido y admirado amigo Juan Luis Espejo me ha pedido una aportación para el
blog de la revista Rayya y que en ella reflexione sobre la incidencia y la
relación que la documentación y los archivos tienen con las cofradías en
general, y con las de Archidona en particular.
Una reflexión teórica
Las cofradías y hermandades de Pasión
han sido estudiadas, sobre todo en las últimas décadas, desde diversas
perspectivas. El análisis de su historia, su arte, su antropología, su
religiosidad, su simbolismo, su sociología, etc., han desvelado que estas
entidades religiosas poseen un rico y poliédrico pasado que condiciona y revela
el porqué de algunas de sus características actuales.
Sin embargo, el interés mostrado a
través de los años sobre determinados aspectos en estas corporaciones, no se ha
visto correspondido, desde la óptica cofrade, con la percepción de la
trascendencia de lo que aportaban como fuente de conocimiento de las
características de la sociedad en general y como generadora de una rica información
(que debía ser conservada y transmitida) que emanaba de su propio ser como
asociación.
Es sabida la dificultad que las
fraternidades han tenido para custodiar la documentación que creaban. Ello
obedece a múltiples factores.
En ciertos casos, no se le daba la
importancia que realmente tenía, no se valoraba. Desde esta perspectiva, parecería que sus
constituciones, los libros de hermanos, los de enterramientos, los de cabildo, los
de cuentas, los de luminarias, los de inventarios, etc., pertenecerían al
terreno de ‘lo propio’, de ‘lo íntimo’ y que poco o nada podrían tener de
interés para quienes no pertenecieran a la hermandad. Error.
No obstante, sabemos que, en épocas
pretéritas, algunas cofradías se preocupaban de custodiar ‘sus escritos’. Las
arcas de las tres llaves servían como el espacio idóneo para ‘almacenarlos’,
junto con otras piezas o elementos que se consideraban de valor (cera, joyas,
dinero, etc.).
Asimismo, en la mayoría de los casos, la
documentación generada por la hermandad se depositaba en los domicilios
particulares, bien en el del hermano mayor, en el del mayordomo o en el del secretario.
Ello generaría un sentimiento de propiedad particular.
A las circunstancias reseñadas se añade,
como un factor diferencial y definitivo, las causas sobrevenidas que motivarían
la desaparición documental.
A las de origen natural, como podrían
ser las riadas o terremotos, se añaden otras producidas por accidentes (caso de
los incendios), cuando no por el deterioro propio del paso del tiempo y por los
cambios de sede.
En esta última situación tuvieron
especial relevancia los procesos desamortizadores decimonónicos. El cambio
obligado de algunas corporaciones desde las sedes conventuales donde nacieron y
se ubicaron durante siglos, hasta determinadas iglesias, conllevó, en algunos
casos, la irreparable pérdida de toda su documentación.
No obstante, algunas hermandades,
conscientes de lo que la información escrita significaba, conservaron su
‘historia documental’, o bien la entregaron a alguna institución, generalmente
al Municipio o a la Iglesia.
Sin embargo, existen otros motivos que
afectaron negativamente a la conservación y custodia de los documentos. Los
procesos bélicos o revolucionarios conllevaron, entre otros aspectos, este
hecho.
Pero, sin duda y sobre todo referido a
la ciudad de Málaga, fueron los sucesos producidos en el quinquenio 1931 a 1936
los que afectaron más negativamente a las entidades cofrades. Es cierto que normalmente
se ha hecho hincapié en el estudio de los efectos materiales que ocasionaron
estos acontecimientos anticlericales: destrucción de sedes canónicas (iglesias,
capillas, ermitas, conventos, etc.), de imágenes, de los elementos patrimoniales
cofrades, de las piezas procesionales, etc. Pero, además, hay que resaltar que
en los sucesos del 11 y 12 de mayo de 1931 y en los que se produjeron en julio
de 1936, también se vio afectado, cuando no destruido, gran parte del acervo
documental cofrade. De ello di cuenta en algunos de mis trabajos.
Y creo que es de justicia resaltar que
en el incendio y destrucción habidos en el palacio episcopal desapareció todo
el archivo y con él la ingente documentación que se custodiaba. En la ‘Exposición
que el Vicario General del Obispado, Francisco Martínez Navas, elevó al presidente
del Gobierno y al nuncio de Su Santidad sobre los sucesos de mayo de 1931 en la
ciudad de Málaga’, y que se conserva en las Actas Capitulares del Cabildo
Catedralicio de Málaga, se reseña que se había consumido todo
el archivo de la Diócesis que se remontaba a cuatro siglos.
Y
en sus dependencias se hallaba la documentación generada por las cofradías
malacitanas desde principios del siglo XVI hasta 1931. Todo desapareció y con
ello se fracturó y se nos hurtó la posibilidad de investigar y de dar a conocer,
de una manera más fidedigna y rigurosa, determinados aspectos relativos a la
historia de nuestras hermandades.
Sin
embargo, hay que constatar que, desde hace algunos años, en las cofradías ha surgido
y se ha consolidado la percepción de la transcendencia de la importancia de lo que
realizan. Y paralelo a ello, que la documentación que generan debe ser conservada
y custodiada en dependencias dignas. El fenómeno de construcción de casas
hermandades ha tenido mucho que ver en ello. La práctica totalidad de las fraternidades
poseen hoy día un espacio físico concreto para custodiar su archivo.
Mas,
también se debe reseñar que la publicación de monografías y libros de historia
cofrade de carácter generalista, especialmente desde la década de los años 90
del pasado siglo, ha servido para que las nuevas generaciones de cofrades
asuman la importancia que el conocimiento del pasado tiene en las corporaciones
nazarenas y, con ello, la trascendencia de la documentación que generan y la
necesidad de custodiarla.
Este
hecho ha conllevado una serie de elementos o factores a considerar. Uno de
ellos es la aparición, cuando no la potenciación, de la figura del archivero,
como la persona encargada de la organización y custodia de toda la
documentación, pasada y presente. A esta función se le añade la de la
posibilitar la consulta física de los fondos documentales a posibles
interesados. Ello comporta una serie de circunstancias a tener en cuenta.
La
primera, la de la necesidad de que la persona encargada de los fondos
documentales de una cofradía tenga la preparación adecuada para que su función
sea llevada a cabo siguiendo los parámetros científicos. En los últimos años se
han organizado cursos específicos para ello. Y, ciertamente, han tenido una muy
buena acogida.
Asimismo,
las cofradías deberían asumir la necesidad de que los fondos custodiados en sus
archivos se cataloguen y clasifiquen siguiendo la metodología propia del caso.
Y
a más, añadiría, que en los momentos actuales se hace necesario que el acceso a
la documentación, archivo fotográfico, etc., se pueda realizar a través de los
medios electrónicos. Las páginas web de las propias corporaciones cofrades se
consolidan como el medio idóneo para ello.
Y,
como un objetivo más o menos cercano en el tiempo, se debería contemplar la
posibilidad de que los archivos históricos de las fraternidades se puedan
integrar en organismos de superior rango.
Existe
una fraternidad en la ciudad de Málaga que puede servir de ejemplo: la de los
Dolores de San Juan. Todo un referente y al que aconsejo acudir para poder
comprobar lo que puede hacer una hermandad con sus fondos documentales (https://doloresdesanjuan.es/archivo-historico/).
Recientemente,
y según se ha publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, de 14
de mayo de 2024, el Archivo Histórico de la Archicofradía se ha integrado en el
Sistema Archivístico de Andalucía. Sin duda, una gran noticia que marca un
camino.
El
aspecto cultural que emana del conocimiento de la documentación propia se
podría, y creo que se debería, ampliar con la percepción de lo que las
cofradías han significado en general en la historia de la localidad. Y a ello
contribuiría, no me cabe duda, la creación de una biblioteca de temas cofrades
que se podría ubicar en las propias dependencias de los archivos. Existen
corporaciones nazarenas que ya lo han llevado a cabo. Sus fondos se han
nutrido, en casos, por las donaciones que los propios hermanos u otras
personas, han realizado.
Esta
circunstancia se ha potenciado no solo en lo que a bibliografía se refiere.
También ha tenido, y tiene, gran importancia la custodia de unos fondos
gráficos o sonoros (fototeca, videoteca, etc.) que, también en casos, procede
de las aportaciones realizadas.
Estas
reflexiones teóricas se consolidan en lo que, por regla general, se realiza
desde las agrupaciones de cofradías de las distintas ciudades. Aconsejaría a
los archiveros de las distintas fraternidades que realizaran una visita al de
Málaga, todo un ejemplo.
El
caso de Archidona
En
el año 2004 se publicó, prologado por el inolvidable Jesús Castellanos, el
libro titulado Semana Santa de Archidona, Historia. Arte. Tradiciones.
Sus autores (Juan Antonio Guerrero Garrido, Narciso Morales Luque, Jacinto
Muñoz Nuevo e Isidoro Otero Cabrera) elaboraron una magna obra en la que se
reflejan las fuentes documentales que custodian, tanto la Agrupación de
Cofradías, como las distintas hermandades.
A
ella acudo para elaborar este epígrafe. Asimismo, se me ha hecho llegar la
información que, tras ser requerida desde la Revista Rayya a las
diferentes corporaciones nazarenas, algunas de ellas han aportado.
No
se trata de elaborar un inventario, sino de resaltar cómo las fraternidades
archidonesas custodian un rico acervo documental que, en casos, se remontan a
varios siglos, aunque, como sucede con la mayoría de las cofradías de otras
localidades, no poseen una continuidad temporal. No obstante, esta premisa se
trunca en las hermandades de más reciente creación, que, por regla general, sí preservan
toda su documentación interna. En este sentido sobresale la Cofradía de Nuestro
Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén y Nuestra Señora de la
Victoria. Y es que, de forma paralela a su fundación, lo que ocurrió el 24 de
febrero de 1961, se inició la guarda y custodia de los documentos que su
actividad generaba.
Pongo
como ejemplo, para ilustrar la realidad que reseño lo que sucede con los libros
de actas y cabildo. Ello es extrapolable a otro tipo de documentación.
Por
regla general todas las cofradías los custodian, si bien existen lagunas
temporales. Es esta una situación que se repite, a veces con demasiada
frecuencia. Mas, no se debe olvidar que una de las causas de la escasez
documental de determinadas épocas, además de las ya analizadas, se puede deber
a la falta de actividad de la corporación.
No
obstante, se debe reseñar que, en algunos casos, estas excepcionales piezas
documentales se remontan a siglos anteriores. En este sentido sobresalen los
libros de actas de cabildo de la Muy Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús
Orando en el Huerto, Jesús Preso y María Santísima del Amparo. Se remontan al
siglo XVII. El primer libro de actas de cabildo (1661-1716), el más antiguo
conservado en Archidona de una cofradía de Pasión, ha sido transcrito y editado
recientemente por Juan José Jiménez Maldonado en su libro Corpus Documental.
Libros de Cabildos, Testamentos y otros documentos. Siglo XVII. Asimismo,
se conservan algunos de los siglos XVIII y XIX. Y por supuesto desde el siglo
XX hasta la actualidad.
Asimismo, se debe resaltar que la Venerable Archicofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Madre de Dios, Santo Sepulcro, Nuestro Padre Jesús de la Columna y Santísimo Cristo del Mayor Dolor, dada su antigüedad, también custodia libros de actas cuyos inicios se datan en 1728.
También,
y en este caso desde finales del siglo XIX, se guardan los de la Real, Muy
Ilustre y Venerable Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús, Santísimo Cristo
de la Misericordia y María Santísima de la Paz.
En
la misma centuria, y concretamente desde 1854, se poseen los de Real y
Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y María Santísima de
los Dolores.
El
hecho de que algunas hermandades comiencen a custodiar sus libros en esta etapa
histórica, considero que puede guardar relación con la implantación del
liberalismo y concretamente con la época isabelina, cuando se potencian determinados
aspectos de la vida corporativa de las asociaciones en general y de las cofrades
en particular. Y entre ellos, tal y como sucede con otras parcelas de la vida
civil y de la administración pública, se genera el de una mejor organización y,
en este caso, el de la custodia documental.
Un
caso diferente es el de la Cofradía de la Santa Cruz de Jerusalén, Nuestro
Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima del
Amor y de la Sangre. Si bien sus estatutos (los más antiguos conservados) se
fechan en 1606, los libros de actas que se guardan arrancan del año 1927.
Finalmente,
no se debe olvidar que la Agrupación de Cofradías, también conserva sus libros
de actas desde su fundación en 1924.
Para
concluir, quiero reseñar que las cofradías archidonesas custodian, como no
podía ser de otro modo, toda una serie documental que informa sobre los
diferentes aspectos que conformaron y conforman su actividad. Sin ser
exhaustivo quiero reseñar: las bulas (de especial incidencia en la cofradía de
la Soledad y que se inician con la ‘Pastoris Aeterni’ de 1507 y la del
Dulce Nombre y que arrancan con la ‘Iniuctum Nobis’ de 1564), las indulgencias
(de la misma fraternidad y que se inicia con las de la Sagrada Congregación de Propaganda
Fide de 1889), los libros de registro de hermanos (de cuota, protectores y
honoríficos), de entierros, difuntos y misas (relevantes los de la cofradía de
la Humildad, desde 1774, o de la Soledad, que se inicia en 1865, etc.), de
cuentas, de tesorería, de secretaría, los diferentes contratos (de
participación en la procesión, de hechura de imágenes, de adquisición de
enseres, etc.), inventarios, diseños, cultos, cartelería, partituras,
fotografías, etc.
Y
no se debe olvidar la existencia de ejemplares de constituciones y estatutos de
diferentes hermandades, una fuente primaria esencial para conocer su
funcionamiento.
Como
reflexión final de estos breves apuntes, señalo la necesidad de que la
documentación cofrade en general sea accesible a los interesados en estos
temas. Y para ello, nada mejor que proceder a la digitalización de todos sus
fondos y facilitar su acceso a ser posible en la página web.
El
9 de junio es el Día
Internacional de Archivos, también de los de las cofradías.