jueves, 8 de agosto de 2019

Historia y Patrimonio en migajas (I)

La polémica “feria” del año 1791.

Juan Luis Espejo Lara

Desde tiempo inmemorial, a partir del día 15 de agosto y durante los ocho siguientes, se celebraban en Archidona fiestas en honor de Nuestra Señora de Gracia, encargándose de su organización las dos hermandades existentes en la villa bajo su advocación (Labradores y Esclavos), que porfiaban “porque fueran mas plausibles sus respectivas funciones”.
En estos festejos confluían, por un lado, las funciones religiosas dedicadas al culto a la Virgen en el día de la Asunción y, por otro, una serie de “regocijos públicos”, entre los que destacaban la feria o mercado de quincallería, platería y comestibles, loscapeos” o lidia de toros y, en la noche del día 21, los fuegos artificiales o fuegos de quemar”, lo que hacía muy exitosa y concurrida dicha celebración cívico religiosa.
Invariablemente, año tras año, la costumbre y la rutina marcaban el discurrir de la fiesta.
A primeros de agosto del año 1791, sin embargo, un bando del corregidor y de los dos alcaldes ordinarios iba a suponer una cesura en el normal desarrollo de los festejos. En dicho edicto, la autoridad civil ordena el cambio de ubicación de la feria, trasladándola desde el lugar acostumbrado, el Cantillo Ancho de la calle Carrera, hoy los Cuatro Cantillos, a la recién terminada Plaza Nueva, actual Plaza Ochavada, y aledaños .
El emplazamiento de la feria en el Cantillo Ancho, en una reducida encrucijada de calles, originaba inconvenientes de todo tipo: desorden y alboroto por la aglomeración de gente y la mezcla “perjudicial” de hombres y mujeres; daño en el “desempiedro” de las calles al instalar puestos y tenderetes; incomodo a los vecinos, estorbando la entrada a sus casas y teniendo que soportar los malos olores y humos causados por los hornillos de las buñoleras; y, además, excesivo jolgorio que a deshoras de la noche originaba el personal de ambos sexos con el abuso en el comer y beber, provocando escándalo y profiriendo “palabras occenas y libres”.
Espacio reducido, concurrencia numerosa, mezcla de sexos, comida y bebida y nocturnidad propiciaban el alboroto, la confusión y la inmoralidad; en definitiva, el lugar del Cantillo Ancho predisponía al desorden; en tanto que la mudanza a la Plaza Nueva y zonas contiguas suponía un uso racional del flamante espacio octogonal, al tratarse desitios espaciosos donde se pueden poner todas las tiendas y evitar la confusion, desorden y disolucion advertida en el Cantillo”, y una mejor inspección municipal de la fiesta al encontrarse en dicha plaza las casas capitulares, símbolo del poder local.
             Con esta medida, las autoridades pretendían el control de una fiesta que, con el paso del tiempo, estaba derivando hacia formas y comportamientos rayanos en la transgresión  que había que corregir: “que se pongan y fixen en dicha Plaza Nueva y de San Judas con orden y uso de palabras biensonantes, vendiendo al caval y buena calidad sus géneros, sin causar nota, escándalo ni otro exceso porque si se verifica se les procesara”.


 Auto sobre la feria. Archivo Histórico Municipal de Archidona, legajo 345, pieza 9.

Pero cualquier variación en la costumbre, cualquier prohibición, podían generar la oposición e, incluso, el enfrentamiento del pueblo, reacio a los cambios, con las autoridades civiles y eclesiásticas, e, incluso, la colisión entre ellas mismas. Entraba en liza la permanente negociación entre la defensa de la costumbre, por un lado, y la imposición de las normas, por otro.
El bando de feria de 1791 y el intento de regular la fiesta por parte de las autoridades concejiles provocó cierto rechazo y generó un conflicto en el que se debatía algo más que la injerencia de los munícipes en la fiesta popular; estaban en juego intereses particulares y la pugna entre facciones y familias locales por el control del poder municipal. Y en estas circunstancias adquiere un papel protagonista la todopoderosa familia Checa a la que el pueblo, o parte de él, hace responsable del cambio de emplazamiento de la feria.
No cabe duda de que el traslado de la feria a la Plaza Nueva significaba un gran beneficio para algunos miembros del clan Checa. El Mesón de los Caballeros, hoy Las Cuevas, prestigioso establecimiento hostelero, era propiedad de don José de Checa Pacheco, juez administrador de la hacienda del duque de Osuna, que lo cedió, junto a otras casas situadas en la misma plaza, a su hijo Antonio Luis de Checa, en 1786. Un patrimonio inmobiliario que le reportaba pingües ingresos con su arrendamiento. Además, los balcones y ventanas del mesón que miraban a la Plaza proporcionaban a la familia de don José una privilegiada tribuna desde la que podían disfrutar de los diferentes actos y funciones públicas que se celebraban en el escenario ochavado. No cabe la menor duda de que el cambio suponía un negocio lucrativo y realzaba notoriamente el prestigio de los Checa.
Fuera cierta o no la intromisión de don José en la decisión municipal del traslado, la animosidad hacia los Checa y allegados no se hizo esperar. El rechazo se  manifiesta en un amenazador pasquín remitido a todos los miembros del clan por un tal “El duende caritativo”, pretendido representante popular.

Anónimo “Justicia contra injustos”. Archivo Díaz de Escovar, legajo 59, pieza 9.

Asimismo, circula por la localidad una especie de libreto satírico, o “regocijo de mascaras”, en el que se ridiculiza a cada uno de los integrantes de la familia y a sus adeptos,  a quienes culpan de haber quitado la feria de la calle Carrera.


Folleto satírico. Archivo Díaz de Escovar, legajo 59, pieza 10

Por el libelo van apareciendo los distintos personajes, a los que se les adjudica un mote y se les asigna un disfraz, recitando unas letrillas alusivas a sus vicios y defectos. Encabeza la parodia, a modo de desfile, don José de Checa, conocido como el Pontífice Anás (Sumo sacerdote del Sanedrín), apodado “El diablo de Palermo” y disfrazado de lobo con piel de oveja. Tras el paso del resto de los caballeros ridiculizados, dos carros trasladan a las damas que soportan parecido escarnio. Todos los implicados, incluidas las esposas, hijos, parientes y allegados son caricaturizados de manera burlesca y con descaro. Finaliza el folleto con estas palabras a modo de acertijo:


                        Yo soy un duende casero

Que con vosotros estoy

Os hablo y me haceis la corte

Y no dareis en quien soy

Resulta evidente que el autor del anónimo titulado “Justicia contra injustos” y del panfleto satírico “Regocijo de máscaras” es la misma persona, “El duende caritativo”, sujeto ilustrado y con ciertos conocimientos literarios y, sin duda, enemigo político de los Checa, que, aprovechando el rechazo al traslado de la feria, se arroga la representación y el disentir del pueblo para arremeter con inquina contra sus adversarios.
Años después, la feria volvió a desplazarse de nuevo al anterior emplazamiento, disponiendo el recinto en cruz, tomando como centro los Cuatro Cantillos y extendiéndose por las calles adyacentes hasta la Puerta del Colegio, Placeta y Caños Gordos; separadas y alejadas, se situaban las buñolerías (Plaza de San Roque) y las licorerías (Calle de San Juan), focos de indecencia y desenfreno.     
            El exceso de celo del reformismo festivo y del rigorismo moral por el estricto control de la fiesta y la diversión hizo que algunos pensadores ilustrados, como Jovellanos, llegaran a manifestar su pesar: “En los días más solemnes, en vez de la alegría y bullicio que debieran anunciar el contento de sus moradores, reina en las calles y plazas una perezosa inacción, un triste silencio que no se pueden advertir sin admiración y lástima”.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Garrido Pérez, M. (2014): La Plaza Ochavada de Archidona: pasado y presente, ADRNORORMA (Asociación para el Desarrollo Rural de la Comarca Nororiental de Málaga)

Peña Díaz, M. (2014): “Tolerar la costumbre: Ferias y romerías en el siglo XVIII”, Hispania, vol. LXXIV, nº. 248, 777-806

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