martes, 29 de diciembre de 2020

Historia y patrimonio en migajas (IV)

 

Sobre la torre de las Mínimas

Manuel Garrido Pérez

Introducción

En la tarde del pasado día 12 de diciembre de este nefasto año 2020, aproximadamente a las 16:30 P.M, se desprendió parte de la cornisa superior del cuarto cuerpo de la torre del convento de las Monjas Mínimas de Archidona, concretamente  uno de los chaflanes del lado Oeste, que da a la facha principal y muy cerca de la puerta de la iglesia del cenobio.


Detalle de la torre y del trozo de cornisa desprendido. Fotos: Astudillo.

Con este desagradable incidente, que afortunadamente no produjo daños personales, una vez más, el Patrimonio de Archidona vuelve a sufrir  un duro revés y considerable deterioro.

Esto trae a la memoria otros desgraciados y funestos “Episodios Culturales” (ya que estamos terminando el año Galdós). El jueves 10 de noviembre de 1988, se derrumbó gran parte del antiguo Convento de Santo Domingo; tan sólo quedaron en pie algunos de sus muros exteriores y la nave adyacente. Aquel acontecimiento marcó un antes y un después en la historia reciente de nuestro municipio.

Volviendo al tema que ahora nos compete, la torre estaba, y está, cubierta con una red desde hace unos meses, incluso había quedado muda porque el sonido de sus campanas afectaba a la conservación y deterioraba su frágil estructura de ladrillo y argamasa. Pero la torre de las Mínimas no es la única que ha estado y está callada, salvo contadas y honrosas excepciones, la mayoría del pueblo archidonés ha perdido el habla. Ahora, muy probablemente, saldrán en las redes sociales manifestaciones poniendo el grito en el cielo; pero, este pueblo debe hacer  algo más para evitar que sucesos como este vuelvan a repetirse.

Hay que tener en cuenta que la situación actual de este 2020, a nivel mundial, ha condicionado sobremanera nuestra vida, se ha de socorrer primero a las personas, tanto en el ámbito sanitario como en el personal; es por ello que el poco dinero que se destina a aspectos culturales ha de tener la mayor y mejor repercusión posible, invertirlo en CULTURA y PATRIMONIO, aspectos que se encuentran en cada uno de los monumentos de Archidona y por extensión en el que claramente nos ocupa.

Hay que dejar de lado la titularidad del bien, del edificio histórico, pues sí es cierto que ésta es privada, pero en este caso es más que evidente que los propietarios no pueden hacerse cargo de sustentar y mantener todo el inmueble, más cuanto la pequeña comunidad de religiosas, como si fuera otra familia cualquiera, apenas puede vivir de la venta de la elaboración de sus dulces.

A buen seguro, desde lo acontecido el pasado sábado día 12 de diciembre, el pueblo archidonés se movilizará ahora, y todos juntos: personas, instituciones públicas y privadas, etc…,  en la medida de sus posibilidades, aportarán un granito para salvaguardar la hermosa torre, pues aunque está herida aún debe seguir enseñoreándose en el entramado urbano de la ciudad.

Cuando este texto sea leído, habrá quienes lo apoyen y quienes estén en desacuerdo con el autor e, incluso, con la conveniencia de dedicarle atención al monumento. Lo primero ya está asumido; lo segundo, aunque las piedras y ladrillos no se coman, de manera indirecta también repercuten en la economía local, pues aunque parezca estúpido, antes de la Pandemia y esperemos que después de ella también, había foráneos que visitaban Archidona por el mero hecho del disfrute y enriquecimiento personal, llamémoslo turismo, lo que generaba, directa e indirectamente, riqueza económica a los vecinos del lugar.

Pero ¿qué viene buscando el visitante en nuestro pueblo? La respuesta es simple, sencilla y evidente: Historia, Cultura y Patrimonio. Aspectos que se encuentran en cada uno de los monumentos de Archidona y por extensión en el que claramente nos ocupa.

El Convento de las Monjas Mínimas: su iglesia, su fachada y su torre

La presencia de la Orden los Mínimos en Archidona, tiene su origen en el año 1551 y en el establecimiento de su rama femenina. Es el segundo monasterio que se fundó en la primitiva villa, antes incluso que el de su rama masculina, que llegaría cinco años más tarde, en 1556.

Siempre se ha comentado que se asentaron sobre un primitivo palacio que los señores de la villa tenían y sobre una ermita denominada de Jesús y María, cuyo nombre aún aparece en la denominación del convento. El cenobio debió ir creciendo hacia la parte superior de la calle Nueva, pues el primitivo palacio debió quedar pequeño y la comunidad no tenía iglesia. En este monasterio profesaron religiosas de diversos lugares, pero entre ellas también se encontraron muchas mujeres pertenecientes a las familias de la oligarquía local.

En el siglo XVII se inician las obras de la iglesia actual, sin que sepamos quien fue su primer maestro de obras. En 1626 se concedió el patronazgo de su capilla mayor a D. Francisco Artacho. Otras familias archidonesas aprovecharon y adquirieron capillas en este lugar.

No será hasta el siglo XVIII cuando se finalice la iglesia. A finales del Siglo de las Luces se construirá la fachada y la torre, siendo su artífice el alarife archidonés Francisco de Astorga Frías.


Visión antigua de la torre y fachada del convento de las Mínimas. 
Foto: Biblioteca Cánovas del Castillo; Legado Temboury. Archivo fotográfico.

En el pequeño archivo que aún custodia la comunidad de religiosas, se conserva una breve anotación del año 1797, en el que se deja constancia de que se hizo y concluyó la fachada  y portada de la iglesia, así como otra obra interior de la que nada se especifica. Esta construcción supuso un desembolso de 81.959 reales.

La torre se empezó siete años antes que la fachada, en 1790. Para construirla se hubo de comprar una casa aledaña y abrir una nueva calle. Un año antes, en 1789, la correctora del convento, la reverenda madre sor Ana María de la Cruz y Texero, pidió al Concejo de la villa de Archidona le concediera a la comunidad la calle que lindaba al convento, para construir en ella la torre, puesto que el primitivo campanario amenazaba ruina.

El 27 de mayo de 1789, la comunidad de religiosas y el vecino de Archidona Juan Lucas de la Fuente Calvillo, protocolarizaban, ante el escribano Juan Bruno de Godoy, la venta de la casa de este señor. El valor del inmueble ascendía a 7.235 reales, según la estimación que habían realizado los alarifes Francisco de Astorga Frías y Antonio González Sevillano, de los cuales al momento de realizar la escritura Juan Lucas ya había recibido 4.400 reales, recibiendo en aquel mismísimo momento los restantes 2.835 reales. Todo ello porque, según se dice en la escritura:

 

[…] Digo que nesesitando este convento de la calleja que linda con él por la parte de arriba para ocupar su terreno con una torre nueva y otras oficinas, me ha sido forsoso benderles una casa que tengo mía propia para hundirla y hechar por ella la citada calleja para el uso y paso del común de vezinos […]

 

Como en la citada casa había una fuente con agua proveniente de la fuente de la plaza pública de los Mesones, una cañería de agua y el drenaje de la calleja, ya llamada de las Monjas, las religiosas tendrían que hacer además una obra para canalizar el agua potable a su convento y la no potable a la madre vieja que pasaba por la calle delantera.

Al verano siguiente:

 

En el día 3 de julio  de 1790 y noventa [Sic] se empezó la obra de la torre de este conbento de Jesús María del Socorro desta villa de Archidona siendo vicario de esta comunidad el R. P. jubilado fray Juan de Ocaña y correctora una indina hija de mi P. Sr. Sn. Francisco de Paula y el maestro que ha echo la obra el Sr. Francisco de Astorga […]1

 

La indigna hija de san Francisco de Paula debía ser la reverenda madre sor Andrea Núñez de Castro, que ya finales de 1790 aparece sustituyendo a sor Ana María de la Cruz y Texero. De esta última sabemos que hasta mayo ocupó el cargo de correctora, y en la partida de gastos de la construcción de la torre se hace notar que la reverenda madre sor Ana María de la Cruz había dejado 12.295 reales en materiales para la edificación, así que la verdadera promotora fue sor Ana María de la Cruz y Texero.


Imagen del recto de la pequeña anotación que contiene los gastos de la construcción de la torre. Foto: Comunidad de Religiosas Mínimas de Archidona.

El montante total de la construcción de la torre ascendió a 90.129´2 reales, cantidad importante para la época. Las partidas de gastos, que suponen ese total, están perfectamente descritas en la pequeña anotación que conserva la comunidad:

 

- 2.043´17 reales de cortar los sillares para el primer cuerpo.

- 875 reales de acarreo de los sillares.

- 2.329 reales por bruñir los sillares.

- 2.952 reales de azulejos.

- 6.175 reales de ladrillos

-1.144 reales de cal para la argamasa.

-6.198 reales por las campanas.

- 1.502 reales de madera.

- 2.332 reales en piedra, sin que se especifique de qué tipo ni para qué se usó.

- 1.028 reales costó la veleta.

- 5.273 reales en hierro, herrajes y clavos.

- 300 reales por colocar las rejas.

- 522 reales en sogas, maromas y espuertas.

- 1.286´3 reales de arena y terciarla.

- 2.693 reales en yeso.

- 2.395 reales  en carpintería.

- 27.489 reales en pagar al maestro Francisco de Astorga Frías, sus oficiales y peones.

- 200 reales de pagar al pintor.

- 339 reales por agasajar a el maestro, Francisco de Astorga, y por otro día de obra.

 

A estas partidas hay que sumar otras más y el dinero que supuso la compra de la casa, su derrumbe y desescombro, etc.

Francisco de Astorga Frías y las posibles influencias para la construcción de la torre, así como su estructura

No me cansaré de repetir que el genio de la arquitectura local, en la segunda  del siglo XVIII en Archidona, fue el maestro Francisco de Astorga Frías, cuya figura ha permanecido a la sombra de su compañero de profesión, Antonio González Sevillano, por culpa del origen francés del padre de éste último.

Astorga era un hombre culto, como ya demostré en su día al indicar que poseyó una pequeña biblioteca en su casa, compuesta por un mínimo de 50 libros, entre los que tenía ejemplares relacionados con la arquitectura. Cabe mencionar la descripción de dos de ellos que dio a su hijo Julián cuando este se casó, y que dice así: “Dos libros en folio de Architectura”.

Desde el siglo XVI se editaron muchos libros relacionados con la arquitectura, pero es probable que la obra que Astorga tenía en su haber fuera la realizada por fray Lorenzo de san Nicolás, Arte y uso de Arquitectura, que se volvió imprimir en aquellos años finales del siglo XVIII. Además en esta obra, como en muchas otras, hay ejemplos relacionados sobre hacer ciertas figuras geométricas, y relacionándolo con el tema que estamos tratando, también había ejemplos de cómo se podían hacer ciertos chapiteles para coronar torres, de los cuales pudo extraer Astorga su inspiración.

La torre de las Mínimas será la última que se levante en Archidona. De las tres existentes, dos se deben a Astorga. La primera que realizó fue la del Colegio de las Escuelas Pías, que debió de servir de modelo y precedente para la que ahora nos ocupa, mucho más esbelta, delicada y perfeccionada.


Imagen parcial de parte de las tres torres que sobresalen por el caserío de Archidona. 
Foto: Manuel Garrido Pérez.

En su día la Dra. Aguilar García relacionó la técnica constructiva así como la forma cuadrada y derivada en octogonal, al achaflanar sus lados, con las torres aragonesas, quizás no haya que ir al otro extremo de la península para buscar su influencia o procedencia, pues en Andalucía ya existían. Sí es muy clara, como afirmaba la Dra. Aguilar, la faceta mudejarizante del Barroco en sus técnicas constructivas. Astorga pudo tomar como ejemplo las torres de la cercana ciudad de Antequera, más concretamente la de la iglesia de san Sebastián, cuyo chapitel pudo inspirar al de las Mínimas de Archidona; la del antiguo convento de san Agustín e incluso la del convento de la Madre de Dios, todas ellas en ladrillo. Así mismo en Andalucía, hay otras torres que nos recuerdan a la de nuestro pueblo, aunque si bien no son exactamente iguales,  por ejemplo la de la iglesia de la Victoria de Écija.

La torre de las Mínimas encaja perfectamente con la definición que en su día hizo el maestro de maestros, el Dr. D. Antonio Bonet Correa:

 

[…] en el siglo XVIII abundan en cambio las torres exentas que a la manera de los alminares, con sus remates de chapiteles, agujas bulbosas o cupulines, dominan el caserío circundante, llegando a alcanzar algunas la altura de 50 o más metros. Casi todas construidas en ladrillo, están adornadas de cerámicas vidriadas […]

 

La torre se compone de un total de seis cuerpos, siendo el sexto y último su chapitel. Salvo este último que si tiene una clara forma octogonal, el resto parecen cuadrados, pero no lo son, también son octogonales pero su forma ochavada surge al achaflanar sus esquinas. Sin lugar a dudas el número ocho juega un papel importante en el ideario de Francisco de Astorga, aunque aún no se ha desvelado cual es ¿Podría estar relacionado con su religiosidad?

El primero de estos cuerpos está realizado en sillares de piedra blanca, y aunque se le quiera, en este caso, dar una simbología, su cometido es aquí estructural, arquitectónico, pues es la parte más fuerte y que sostiene el peso de la torre. Además, es lógico pensar que, aparte de lo anterior, con esta piedra se pretendería quitar humedad y erosión a un material tan delicado como el ladrillo, que conforma la caña y resto de estructura de la torre. La parte interior de este primer cuerpo, que ahora forma parte de la exposición permanente dedicada a sor María del Socorro Astorga Liceras, hija del alarife, tiene una peculiar característica, su sonoridad,  pues en ella reverbera el eco.

El segundo cuerpo es el primero que se realizó en ladrillo, continuando con este material hasta la coronación del chapitel de azulejos vidriados, que parecen escamas. Sus lados tienen ventanas en arco de medio punto, menos los lados embutidos en la estructura arquitectónica, y enmarcadas por una moldura de ladrillo en forma de estrella irregular de seis puntas, junto a decoración de azulejería vidriada de color verde. Cada lienzo de pared además está enmarcado por pilastras de ladrillo, que simular sostener la cornisa del piso superior. Esta estructura se repite en el tercer cuerpo.

El cuarto cuerpo, más alto que los dos anteriores, alberga las campanas. Sus cuatros lados están centrados por amplios arcos de medio punto, cuya clave está resaltada en ladrillo. Los cuatro lienzos de fachada vuelven a estar enmarcados y decorados con pilastras de ladrillo, mucho más sobresalientes que las de los cuerpos inferiores. Sobre estas pilastras hay dos filas de círculos de ladrillo vidriado de color verde, que recorren toda la estructura; sobre ellos la cornisa de separación que es más amplia y ancha que las inferiores, además, como ya se explicó al inicio, el lado Oeste de esta cornisa es el que se desprendió en pasado día 12.

El quinto cuerpo es el de menor volumen, también está decorado con ventanas y pilastras de ladrillo, así como con azulejos del mismo color.

Finalmente el chapitel, también de forma octogonal, cubierto por las ya mencionadas tejas escamadas en color verde y blanco. Los ocho lados del chapitel sobresalen, quizás marcados por la estructura interna del mismo, que en origen debió de ser de madera recubierta por las tejas de colores. Una estructura similar pose el techo exterior de la cúpula de la iglesia, visible desde la calleja aledaña, en el cual se aprecian las vigas de madera y como la estructura parece estar también “delicada”.

 Toda la estructura de la torre acaba finalmente coronada por una hermosa veleta de hierro, con la forma de un caballero.

Otras intervenciones de restauración y conservación de la torre

En el último cuarto del siglo XX, la torre necesitó de una importante intervención para su conservación. En 1973, se realizaron unas obras de restauración del último cuerpo del monumento, más concretamente de su chapitel. Esa intervención fue dirigida y costeada de su propio peculio por el arquitecto D. Miguel Fisac, natural de Daimiel  pero residente en Madrid, el cual conocía a la comunidad de religiosas.


Foto histórica de 1973, que muestra el precario andamiaje y a los dos archidoneses que realizaron la obra, trabajando en precarias condiciones de seguridad. Foto: Comunidad de Religiosas Mínimas de Archidona.

La intervención fue llevada a cabo por dos archidoneses, los maestros D. Luis Frías Gómez y D. José Medina Torres; el primero de ellos tío de la actual alcaldesa del municipio.  Fue tal la expectativa y admiración que despertó esta intervención que mereció un breve espacio en el programa radiofónico que emitía Radio Antequera, cuyo corresponsal era el archidonés Juan Apóstol Ortiz Argamasilla, y que posteriormente pasó a ser conocido como “Archidona cada siete días”, así en el emitido el día 11 de octubre de 1973 se recogía lo siguiente:

 

[…] Hemos hablado con el maestro de obras de esta localidad D. Luis Frías Gómez, que tiene a su cargo la reparación de la citada torre, como así mismo todas las obras más importantes que se han llevado a cabo en el mencionado convento, nos dice que en la misma se están haciendo completamente nuevos los ocho caballetes y la reparación total de las tejas de escama. Son estos unos trabajos que se están realizando con gran cuidado, puesto que las citadas tejas van clavadas para asegurar su conservación, además del peligro que supone trabajar a una altura de más de treinta metros2.

 

Como se puede apreciar, después de 183 años, la torre ya empezaba a envejecer y necesitó de una intervención. Parece que desde entonces, es decir desde 1973, hasta hoy día no ha tenido un mantenimiento y consolidación, por lo que después de 47 años ha ocurrido este accidente.

Algunos elementos que intervienen en el deterioro de la torre

Aunque estas cuestiones atañen más a los técnicos y especialistas en conservación del patrimonio, no viene mal apuntar algunos factores que han podido, y pueden, incidir en el deterioro del monumento.

Es más que evidente que la climatología juega un papel importante en la conservación de la torre. Su considerable es un obstáculo para el viento, que a lo largo de los años va erosionando el ladrillo. Así mismo la lluvia, humedad, el frio y el calor con sus contrastes han debido jugar un papel importante.

La acción de esto elementos es inevitable, pero sí podrían prevenirse aquellos provocados por la acción humana.  Es el caso de los cables eléctricos o telefónicos que están adheridos al muro de ladrillo de la torre, ocasionando no sólo desperfectos por sus agujeros sino también generando una fea visión del monumento. No tan lejano es el anclaje a la pared de cartelería de grandes dimensiones sujeta a la estructura de la torre, a buen seguro y como ocurrió en otros edificios históricos del pueblo, hubo que realizar pequeños orificios que al final siempre acaban realizando fisuras por la que acaba entrando el agua y que a buen seguro también provocaran otros desperfectos.

En honor a la verdad, estos hechos no actuaban sobre la parte desprendida o derruida, pero son pequeñas heridas al fin y al cabo.

El sonido de las campanas, como ya se indicó anteriormente, también afectaba a la estructura y por eso dejaron de sonar. El mismo efecto o similar, aunque quizás menor tanto en intensidad como en el tiempo, pudo ocasionar las obras de canalización llevadas a cabo en los últimos años y que necesitaron hacer una perforación en toda calle Nueva para canalizar las aguas fecales.

A todo lo anterior hay que añadir la falta de un mantenimiento integral en toda la torre y la fachada. Se puede apreciar como muchos de sus verdes azulejos decorativos están rotos, desprendidos o casi. Lo más evidente son las hierbas que años de abundante lluvia han poblado las partes superiores de la torre, entre ellas la cornisa desprendida, y que permanecían secas sin retirar durante el verano, volviendo a renacer al año siguiente. Un claro ejemplo de ello también lo encontramos en la fachada, donde en los últimos años, entre primavera y verano, se ha podido ver como surgía y renacía una pequeña higuera.

A todos estos factores, y los que encontrarán los especialistas en el futuro, hay que sumar los 230 años que lleva la torre enseñoreándose como hito arquitectónico del municipio.

Para evitar más deterioros en el futuro, una vez que, esperemos, la torre sea restaurada, habría que programar intervenciones preventivas periódicamente.

Sería conveniente que los elementos desprendidos, los ladrillos originales de finales del siglo XVIII, se hubieran conservado para poder ser reutilizados en la futura e hipotética restauración, con la finalidad de causar el menor impacto visual en el monumento, para que no haya distinción entre lo viejo y lo nuevo una vez que toda la torre haya sido restaurada.

Sugiriendo y recapitulando

Llegados a este punto, para cerrar este breve resumen sobre la torre de las Mínimas, sería interesante proponer, y quizás recordar, ciertas cosas que se pierden de vista.

Es curioso que un municipio como este tenga en una misma familia tres exponentes del arte, la cultura y la religiosidad, y no se les haya prestado la consideración debida, me estoy refiriendo a las figuras de: el propio Francisco de Astorga Frías (1738-1815) y sus hijos Sor María del Socorro Astorga Liceras (1769-1814), monja mínima de Archidona fallecida en olor de santidad, y su otro hijo Juan de Astorga Cubero (1779-1845), afamado imaginero y escultor que fue profesor de la Real Escuela de Nobles Artes de Sevilla, ciudad donde desarrolló su labor y vivió hasta su muerte, y en donde se le tiene una gran consideración. Llegados a este punto, sería muy interesante que la ciudad de Archidona reconociera la valía de estas tres personas, como ha hecho con otros ilustres archidoneses, que quizás por su proyección a nivel nacional sí ha sido reconocida. Bastaría con un sencillo homenaje colocando una cartela o azulejo cerámico en el lugar que ocupó la vivienda de Francisco de Astorga, en la Plaza de la Iglesia, espacio en el que nació Juan y lugar donde vivió Sor María del Socorro hasta su entrada en religión. En dicha cartela se pondría un texto adecuado y además se podrían representar las firmas de Francisco y Juan, colocando a su vez una imagen de Sor María del Socorro, de la que sí se conoce su aspecto. Del mismo modo, y puesto que antes de la puesta en valor de estos personajes sólo se reconocía la figura del otro maestro de la Plaza Ochavada, sería conveniente colocar, en calle D. Carlos, un elemento similar en el lugar que ocupó la vivienda de Antonio González Sevillano.

Finalmente, esperemos que los archidoneses tomen en consideración la conservación de su propio patrimonio local, sea del tipo que sea (incluido el documental), prestando y buscando los “caudales” necesarios para su conservación y poder legarlo a las generaciones futuras, a la vez que mientras tanto lo utilizada como orgullo propio y lo rentabilizada turísticamente.

En este sentido llama poderosamente la actitud de dos pequeños archidoneses, dos niños de corta edad, que tras la grave herida sufrida por este emblemático monumento, ya saben de su importancia; y así de su propia voluntad, sentimiento y corazón, han dado a la comunidad de religiosas Mínimas el contenido acumulado en sus huchas, con la finalidad de contribuir a algo que consideran como suyo pese a su exigua edad. Esperemos que los mayores, de alguna manera, ya sean instituciones o particulares, sepan hallar el acuerdo y armonía que les han mostrado estos pequeños.

Así todos juntos podremos seguir disfrutando de este importante elemento arquitectónico del paisaje urbano, podremos seguir sintiéndonos orgullosos del Patrimonio aún conservado, y quizás podremos aún más enorgullecernos si conseguimos transmitirlo a las generaciones venideras. Para finalizar baste recordar una frase del eminente arquitecto e historiador del arte español Fernando Chueca Goitia:

 

[…]Nada colma el orgullo popular de los españoles como las altas torres de su ciudad o de su aldea. Los encumbrados campanarios fueron el lujo máximo de nuestra arquitectura y hoy son los vigías más nobles y característicos de nuestra historia […]

 

¡Salud a los 230 años de la torre de la Mínimas! Ojalá puedas seguir entre nosotros hasta el fin de los días.  

Fuentes documentales y bibliografía

Aunque la mayor parte de este texto es inédito, algunos datos de los aquí empleados ya han sido utilizados en otras publicaciones, tanto por mí como por otros autores, completándose con otros nuevos, véase:

 - Entre las fuentes documentales también se encuentran las facilitadas por la Comunidad de Religiosas Mínimas de Archidona.

- A.H.M.A., sección de protocolos notariales, escribanía de Juan Bruno de Godoy, años 1786, 1789 y 1795.

-  Aguilar García, María Dolores.: Guía Artística de Archidona. Concejalía de Cultura del Ilustre Ayuntamiento de Archidona, 1992, pp. 128-129.

- Bonet Correa, Antonio.: Andalucía Barroca. Ediciones Poligráfa S. A., Barcelona, 1978, pp. 215-227.

- Chueca Goitia, Fernando.: Invariantes castizos de la arquitectura española. Dossat Bolsillo, Madrid, 1979, p. 74.

- Garrido Pérez, Manuel.: «Francisco de Astorga Frías (17381815): nuevas aportaciones entorno a su vida, familia y testamento», Rayya. Revista de investigación histórica de la comarca nororiental de Málaga, nº 3, 2007, pp. 25-51.

- Garrido Pérez, Manuel.: «Francisco de Astorga Frías (1738-1815): arquitecto del tercer y último periodo constructivo de las Escuelas Pías (1776-1794) y de la torre y fachada del convento de Monjas Mínimas de Archidona (1790-1797)», Rayya. Revista de investigación histórica de la comarca nororiental de Málaga, nº 5, 2009, pp. 59-89.

- Garrido Pérez, Manuel.: La Plaza Ochavada de Archidona: pasado y presente. ADR-NORORMA, 2014, pp. 69-86.

- Nuevo Ábalos, José Luis.: «El simbolismo religioso cristiano de la torre del convento de RR. Mínimas de Archidona», Rayya. Revista de investigación histórica de la comarca nororiental de Málaga, nº 14, 2018, pp. 197-209.

- Ortiz Argamasilla, Juan Apóstol.: Recordando Archidona desde los años 70 en adelante. Edición a cargo del autor, 2017, p. 40.



1 Véase las fuentes documentales y bibliografía al final del blog.

2 Ortiz Argamasilla, (2017).

1 comentario:

  1. Excelente y documentado trabajo sobre un tema de actualidad que atañe a una importante muestra de nuestro rico patrimonio. No sólo documenta los avatares de la construcción de la bella torre, sino también la vida de su autor F. Astorga Frías, reivindicando su valía como alarife. Es de destacar, el compromiso de su autor, Manuel Garrido, con la conservación del patrimonio archidonés, que tan bien conoce, mostrando su importancia para la puesta en valor del turismo local y aportando soluciones para evitar su deterioro. Muy oportuno el artículo por su invitación a la reflexión sobre la conservación del patrimonio artístico. Enhorabuena.
    Juan Luis Espejo

    ResponderEliminar