Sobre la torre de las Mínimas
Manuel
Garrido Pérez
Introducción
En
la tarde del pasado día 12 de diciembre de este nefasto año 2020, aproximadamente
a las 16:30 P.M, se desprendió parte de la cornisa superior del cuarto cuerpo
de la torre del convento de las Monjas Mínimas de Archidona, concretamente uno de los chaflanes del lado Oeste, que da a
la facha principal y muy cerca de la puerta de la iglesia del cenobio.
Con
este desagradable incidente, que afortunadamente no produjo daños personales,
una vez más, el Patrimonio de Archidona vuelve a sufrir un duro revés y considerable deterioro.
Esto
trae a la memoria otros desgraciados y funestos “Episodios Culturales” (ya que
estamos terminando el año Galdós). El jueves 10 de noviembre de 1988, se
derrumbó gran parte del antiguo Convento de Santo Domingo; tan sólo quedaron en
pie algunos de sus muros exteriores y la nave adyacente. Aquel acontecimiento
marcó un antes y un después en la historia reciente de nuestro municipio.
Volviendo
al tema que ahora nos compete, la torre estaba, y está, cubierta con una red
desde hace unos meses, incluso había quedado muda porque el sonido de sus
campanas afectaba a la conservación y deterioraba su frágil estructura de
ladrillo y argamasa. Pero la torre de las Mínimas no es la única que ha estado
y está callada, salvo contadas y honrosas excepciones, la mayoría del pueblo archidonés
ha perdido el habla. Ahora, muy probablemente, saldrán en las redes sociales
manifestaciones poniendo el grito en el cielo; pero, este pueblo debe hacer algo más para evitar que sucesos como este
vuelvan a repetirse.
Hay
que tener en cuenta que la situación actual de este 2020, a nivel mundial, ha
condicionado sobremanera nuestra vida, se ha de socorrer primero a las
personas, tanto en el ámbito sanitario como en el personal; es por ello que el
poco dinero que se destina a aspectos culturales ha de tener la mayor y mejor
repercusión posible, invertirlo en CULTURA y PATRIMONIO, aspectos que se
encuentran en cada uno de los monumentos de Archidona y por extensión en el que
claramente nos ocupa.
Hay
que dejar de lado la titularidad del bien, del edificio histórico, pues sí es
cierto que ésta es privada, pero en este caso es más que evidente que los
propietarios no pueden hacerse cargo de sustentar y mantener todo el inmueble,
más cuanto la pequeña comunidad de religiosas, como si fuera otra familia
cualquiera, apenas puede vivir de la venta de la elaboración de sus dulces.
A
buen seguro, desde lo acontecido el pasado sábado día 12 de diciembre, el
pueblo archidonés se movilizará ahora, y todos juntos: personas, instituciones
públicas y privadas, etc…, en la medida
de sus posibilidades, aportarán un granito para salvaguardar la hermosa torre, pues
aunque está herida aún debe seguir enseñoreándose en el entramado urbano de la
ciudad.
Cuando
este texto sea leído, habrá quienes lo apoyen y quienes estén en desacuerdo con
el autor e, incluso, con la conveniencia de dedicarle atención al monumento. Lo
primero ya está asumido; lo segundo, aunque las piedras y ladrillos no se
coman, de manera indirecta también repercuten en la economía local, pues aunque
parezca estúpido, antes de la Pandemia y esperemos que después de ella también,
había foráneos que visitaban Archidona por el mero hecho del disfrute y
enriquecimiento personal, llamémoslo turismo, lo que generaba, directa e
indirectamente, riqueza económica a los vecinos del lugar.
Pero
¿qué viene buscando el visitante en nuestro pueblo? La respuesta es simple,
sencilla y evidente: Historia, Cultura y Patrimonio. Aspectos que se encuentran
en cada uno de los monumentos de Archidona y por extensión en el que claramente
nos ocupa.
El Convento de las Monjas
Mínimas: su iglesia, su fachada y su torre
La
presencia de la Orden los Mínimos en Archidona, tiene su origen en el año 1551
y en el establecimiento de su rama femenina. Es el segundo monasterio que se
fundó en la primitiva villa, antes incluso que el de su rama masculina, que llegaría
cinco años más tarde, en 1556.
Siempre
se ha comentado que se asentaron sobre un primitivo palacio que los señores de
la villa tenían y sobre una ermita denominada de Jesús y María, cuyo nombre aún
aparece en la denominación del convento. El cenobio debió ir creciendo hacia la
parte superior de la calle Nueva, pues el primitivo palacio debió quedar
pequeño y la comunidad no tenía iglesia. En este monasterio profesaron
religiosas de diversos lugares, pero entre ellas también se encontraron muchas
mujeres pertenecientes a las familias de la oligarquía local.
En
el siglo XVII se inician las obras de la iglesia actual, sin que sepamos quien
fue su primer maestro de obras. En 1626 se concedió el patronazgo de su capilla
mayor a D. Francisco Artacho. Otras familias archidonesas aprovecharon y adquirieron
capillas en este lugar.
No
será hasta el siglo XVIII cuando se finalice la iglesia. A finales del Siglo de
las Luces se construirá la fachada y la torre, siendo su artífice el alarife
archidonés Francisco de Astorga Frías.
En
el pequeño archivo que aún custodia la comunidad de religiosas, se conserva una
breve anotación del año 1797, en el que se deja constancia de que se hizo y
concluyó la fachada y portada de la
iglesia, así como otra obra interior de la que nada se especifica. Esta construcción supuso un desembolso de
81.959 reales.
La
torre se empezó siete años antes que la fachada, en 1790. Para construirla se
hubo de comprar una casa aledaña y abrir una nueva calle. Un año antes, en
1789, la correctora del convento, la reverenda madre sor Ana María de la Cruz y
Texero, pidió al Concejo de la villa de Archidona le concediera a la comunidad
la calle que lindaba al convento, para construir en ella la torre, puesto que
el primitivo campanario amenazaba ruina.
El
27 de mayo de 1789, la comunidad de religiosas y el vecino de Archidona Juan
Lucas de la Fuente Calvillo, protocolarizaban, ante el escribano Juan Bruno de
Godoy, la venta de la casa de este señor. El valor del inmueble ascendía a
7.235 reales, según la estimación que habían realizado los alarifes Francisco
de Astorga Frías y Antonio González Sevillano, de los cuales al momento de
realizar la escritura Juan Lucas ya había recibido 4.400 reales, recibiendo en
aquel mismísimo momento los restantes 2.835 reales. Todo ello porque, según se
dice en la escritura:
[…]
Digo que nesesitando este convento de la
calleja que linda con él por la parte de arriba para ocupar su terreno con una
torre nueva y otras oficinas, me ha sido forsoso benderles una casa que tengo
mía propia para hundirla y hechar por ella la citada calleja para el uso y paso
del común de vezinos […]
Como
en la citada casa había una fuente con agua proveniente de la fuente de la plaza pública de los Mesones,
una cañería de agua y el drenaje de la calleja, ya llamada de las Monjas, las
religiosas tendrían que hacer además una obra para canalizar el agua potable a
su convento y la no potable a la madre vieja que pasaba por la calle delantera.
Al
verano siguiente:
En el día 3 de julio de 1790 y noventa [Sic] se empezó la obra de la torre de este conbento de Jesús María del
Socorro desta villa de Archidona siendo vicario de esta comunidad el R. P.
jubilado fray Juan de Ocaña y correctora una indina hija de mi P. Sr. Sn.
Francisco de Paula y el maestro que ha echo la obra el Sr. Francisco de Astorga
[…]1
La
indigna hija de san Francisco de Paula debía ser la reverenda madre sor Andrea
Núñez de Castro, que ya finales de 1790 aparece sustituyendo a sor Ana María de
la Cruz y Texero. De esta última sabemos que hasta mayo ocupó el cargo de
correctora, y en la partida de gastos de la construcción de la torre se hace
notar que la reverenda madre sor Ana
María de la Cruz había dejado 12.295 reales en materiales para la
edificación, así que la verdadera promotora fue sor Ana María de la Cruz y
Texero.
El
montante total de la construcción de la torre ascendió a 90.129´2 reales,
cantidad importante para la época. Las partidas de gastos, que suponen ese total,
están perfectamente descritas en la pequeña anotación que conserva la
comunidad:
-
2.043´17 reales de cortar los sillares para el primer cuerpo.
-
875 reales de acarreo de los sillares.
-
2.329 reales por bruñir los sillares.
-
2.952 reales de azulejos.
-
6.175 reales de ladrillos
-1.144
reales de cal para la argamasa.
-6.198
reales por las campanas.
-
1.502 reales de madera.
-
2.332 reales en piedra, sin que se especifique de qué tipo ni para qué se usó.
-
1.028 reales costó la veleta.
-
5.273 reales en hierro, herrajes y clavos.
-
300 reales por colocar las rejas.
-
522 reales en sogas, maromas y espuertas.
-
1.286´3 reales de arena y terciarla.
-
2.693 reales en yeso.
-
2.395 reales en carpintería.
-
27.489 reales en pagar al maestro Francisco de Astorga Frías, sus oficiales y
peones.
-
200 reales de pagar al pintor.
-
339 reales por agasajar a el maestro, Francisco de Astorga, y por otro día de
obra.
A
estas partidas hay que sumar otras más y el dinero que supuso la compra de la
casa, su derrumbe y desescombro, etc.
Francisco de Astorga Frías y las
posibles influencias para la construcción de la torre, así como su estructura
No
me cansaré de repetir que el genio de la arquitectura local, en la segunda del siglo XVIII en Archidona, fue el maestro
Francisco de Astorga Frías, cuya figura ha permanecido a la sombra de su
compañero de profesión, Antonio González Sevillano, por culpa del origen
francés del padre de éste último.
Astorga
era un hombre culto, como ya demostré en su día al indicar que poseyó una
pequeña biblioteca en su casa, compuesta por un mínimo de 50 libros, entre los
que tenía ejemplares relacionados con la arquitectura. Cabe mencionar la
descripción de dos de ellos que dio a su hijo Julián cuando este se casó, y que
dice así: “Dos libros en folio de
Architectura”.
Desde
el siglo XVI se editaron muchos libros relacionados con la arquitectura, pero
es probable que la obra que Astorga tenía en su haber fuera la realizada por
fray Lorenzo de san Nicolás, Arte y uso
de Arquitectura, que se volvió imprimir en aquellos años finales del siglo
XVIII. Además en esta obra, como en muchas otras, hay ejemplos relacionados
sobre hacer ciertas figuras geométricas, y relacionándolo con el tema que
estamos tratando, también había ejemplos de cómo se podían hacer ciertos
chapiteles para coronar torres, de los cuales pudo extraer Astorga su
inspiración.
La
torre de las Mínimas será la última que se levante en Archidona. De las tres
existentes, dos se deben a Astorga. La primera que realizó fue la del Colegio
de las Escuelas Pías, que debió de servir de modelo y precedente para la que
ahora nos ocupa, mucho más esbelta, delicada y perfeccionada.
En
su día la Dra. Aguilar García relacionó la técnica constructiva así como la
forma cuadrada y derivada en octogonal, al achaflanar sus lados, con las torres
aragonesas, quizás no haya que ir al otro extremo de la península para buscar
su influencia o procedencia, pues en Andalucía ya existían. Sí es muy clara,
como afirmaba la Dra. Aguilar, la faceta mudejarizante del Barroco en sus
técnicas constructivas. Astorga pudo tomar como ejemplo las torres de la
cercana ciudad de Antequera, más concretamente la de la iglesia de san
Sebastián, cuyo chapitel pudo inspirar al de las Mínimas de Archidona; la del
antiguo convento de san Agustín e incluso la del convento de la Madre de Dios,
todas ellas en ladrillo. Así mismo en Andalucía, hay otras torres que nos
recuerdan a la de nuestro pueblo, aunque si bien no son exactamente
iguales, por ejemplo la de la iglesia de
la Victoria de Écija.
La
torre de las Mínimas encaja perfectamente con la definición que en su día hizo
el maestro de maestros, el Dr. D. Antonio Bonet Correa:
[…]
en el siglo XVIII abundan en cambio las
torres exentas que a la manera de los alminares, con sus remates de chapiteles,
agujas bulbosas o cupulines, dominan el caserío circundante, llegando a
alcanzar algunas la altura de 50 o más metros. Casi todas construidas en
ladrillo, están adornadas de cerámicas vidriadas […]
La
torre se compone de un total de seis cuerpos, siendo el sexto y último su
chapitel. Salvo este último que si tiene una clara forma octogonal, el resto
parecen cuadrados, pero no lo son, también son octogonales pero su forma
ochavada surge al achaflanar sus esquinas. Sin lugar a dudas el número ocho
juega un papel importante en el ideario de Francisco de Astorga, aunque aún no
se ha desvelado cual es ¿Podría estar relacionado con su religiosidad?
El
primero de estos cuerpos está realizado en sillares de piedra blanca, y aunque
se le quiera, en este caso, dar una simbología, su cometido es aquí
estructural, arquitectónico, pues es la parte más fuerte y que sostiene el peso
de la torre. Además, es lógico pensar que, aparte de lo anterior, con esta
piedra se pretendería quitar humedad y erosión a un material tan delicado como
el ladrillo, que conforma la caña y resto de estructura de la torre. La parte
interior de este primer cuerpo, que ahora forma parte de la exposición
permanente dedicada a sor María del Socorro Astorga Liceras, hija del alarife,
tiene una peculiar característica, su sonoridad, pues en ella reverbera el eco.
El
segundo cuerpo es el primero que se realizó en ladrillo, continuando con este
material hasta la coronación del chapitel de azulejos vidriados, que parecen
escamas. Sus lados tienen ventanas en arco de medio punto, menos los lados
embutidos en la estructura arquitectónica, y enmarcadas por una moldura de
ladrillo en forma de estrella irregular de seis puntas, junto a decoración de
azulejería vidriada de color verde. Cada lienzo de pared además está enmarcado
por pilastras de ladrillo, que simular sostener la cornisa del piso superior. Esta
estructura se repite en el tercer cuerpo.
El
cuarto cuerpo, más alto que los dos anteriores, alberga las campanas. Sus
cuatros lados están centrados por amplios arcos de medio punto, cuya clave está
resaltada en ladrillo. Los cuatro lienzos de fachada vuelven a estar enmarcados
y decorados con pilastras de ladrillo, mucho más sobresalientes que las de los
cuerpos inferiores. Sobre estas pilastras hay dos filas de círculos de ladrillo
vidriado de color verde, que recorren toda la estructura; sobre ellos la
cornisa de separación que es más amplia y ancha que las inferiores, además,
como ya se explicó al inicio, el lado Oeste de esta cornisa es el que se desprendió
en pasado día 12.
El
quinto cuerpo es el de menor volumen, también está decorado con ventanas y
pilastras de ladrillo, así como con azulejos del mismo color.
Finalmente
el chapitel, también de forma octogonal, cubierto por las ya mencionadas tejas escamadas en color verde y blanco. Los
ocho lados del chapitel sobresalen, quizás marcados por la estructura interna
del mismo, que en origen debió de ser de madera recubierta por las tejas de
colores. Una estructura similar pose el techo exterior de la cúpula de la
iglesia, visible desde la calleja aledaña, en el cual se aprecian las vigas de
madera y como la estructura parece estar también “delicada”.
Toda la estructura de la torre acaba
finalmente coronada por una hermosa veleta de hierro, con la forma de un
caballero.
Otras intervenciones de restauración
y conservación de la torre
En
el último cuarto del siglo XX, la torre necesitó de una importante intervención
para su conservación. En 1973, se realizaron unas obras de restauración del
último cuerpo del monumento, más concretamente de su chapitel. Esa intervención
fue dirigida y costeada de su propio peculio por el arquitecto D. Miguel Fisac,
natural de Daimiel pero residente en
Madrid, el cual conocía a la comunidad de religiosas.
La
intervención fue llevada a cabo por dos archidoneses, los maestros D. Luis
Frías Gómez y D. José Medina Torres; el primero de ellos tío de la actual
alcaldesa del municipio. Fue tal la
expectativa y admiración que despertó esta intervención que mereció un breve
espacio en el programa radiofónico que emitía Radio Antequera, cuyo corresponsal era el archidonés Juan Apóstol
Ortiz Argamasilla, y que posteriormente pasó a ser conocido como “Archidona cada siete días”, así en el
emitido el día 11 de octubre de 1973 se recogía lo siguiente:
[…]
Hemos hablado con el maestro de obras de
esta localidad D. Luis Frías Gómez, que tiene a su cargo la reparación de la
citada torre, como así mismo todas las obras más importantes que se han llevado
a cabo en el mencionado convento, nos dice que en la misma se están haciendo
completamente nuevos los ocho caballetes y la reparación total de las tejas de
escama. Son estos unos trabajos que se están realizando con gran cuidado,
puesto que las citadas tejas van clavadas para asegurar su conservación, además
del peligro que supone trabajar a una altura de más de treinta metros2.
Como
se puede apreciar, después de 183 años, la torre ya empezaba a envejecer y
necesitó de una intervención. Parece que desde entonces, es decir desde 1973,
hasta hoy día no ha tenido un mantenimiento y consolidación, por lo que después
de 47 años ha ocurrido este accidente.
Algunos elementos que intervienen
en el deterioro de la torre
Aunque
estas cuestiones atañen más a los técnicos y especialistas en conservación del
patrimonio, no viene mal apuntar algunos factores que han podido, y pueden,
incidir en el deterioro del monumento.
Es
más que evidente que la climatología juega un papel importante en la
conservación de la torre. Su considerable es un obstáculo para el viento, que a
lo largo de los años va erosionando el ladrillo. Así mismo la lluvia, humedad,
el frio y el calor con sus contrastes han debido jugar un papel importante.
La
acción de esto elementos es inevitable, pero sí podrían prevenirse aquellos
provocados por la acción humana. Es el
caso de los cables eléctricos o telefónicos que están adheridos al muro de
ladrillo de la torre, ocasionando no sólo desperfectos por sus agujeros sino
también generando una fea visión del monumento. No tan lejano es el anclaje a
la pared de cartelería de grandes dimensiones sujeta a la estructura de la
torre, a buen seguro y como ocurrió en otros edificios históricos del pueblo,
hubo que realizar pequeños orificios que al final siempre acaban realizando
fisuras por la que acaba entrando el agua y que a buen seguro también
provocaran otros desperfectos.
En
honor a la verdad, estos hechos no actuaban sobre la parte desprendida o derruida,
pero son pequeñas heridas al fin y al cabo.
El
sonido de las campanas, como ya se indicó anteriormente, también afectaba a la
estructura y por eso dejaron de sonar. El mismo efecto o similar, aunque quizás
menor tanto en intensidad como en el tiempo, pudo ocasionar las obras de
canalización llevadas a cabo en los últimos años y que necesitaron hacer una
perforación en toda calle Nueva para canalizar las aguas fecales.
A
todo lo anterior hay que añadir la falta de un mantenimiento integral en toda
la torre y la fachada. Se puede apreciar como muchos de sus verdes azulejos
decorativos están rotos, desprendidos o casi. Lo más evidente son las hierbas
que años de abundante lluvia han poblado las partes superiores de la torre,
entre ellas la cornisa desprendida, y que permanecían secas sin retirar durante
el verano, volviendo a renacer al año siguiente. Un claro ejemplo de ello
también lo encontramos en la fachada, donde en los últimos años, entre
primavera y verano, se ha podido ver como surgía y renacía una pequeña higuera.
A
todos estos factores, y los que encontrarán los especialistas en el futuro, hay
que sumar los 230 años que lleva la torre enseñoreándose como hito
arquitectónico del municipio.
Para
evitar más deterioros en el futuro, una vez que, esperemos, la torre sea
restaurada, habría que programar intervenciones preventivas periódicamente.
Sería
conveniente que los elementos desprendidos, los ladrillos originales de finales
del siglo XVIII, se hubieran conservado para poder ser reutilizados en la
futura e hipotética restauración, con la finalidad de causar el menor impacto
visual en el monumento, para que no haya distinción entre lo viejo y lo nuevo
una vez que toda la torre haya sido restaurada.
Sugiriendo y recapitulando
Llegados
a este punto, para cerrar este breve resumen sobre la torre de las Mínimas,
sería interesante proponer, y quizás recordar, ciertas cosas que se pierden de
vista.
Es
curioso que un municipio como este tenga en una misma familia tres exponentes
del arte, la cultura y la religiosidad, y no se les haya prestado la
consideración debida, me estoy refiriendo a las figuras de: el propio Francisco
de Astorga Frías (1738-1815) y sus hijos Sor María del Socorro Astorga Liceras
(1769-1814), monja mínima de Archidona fallecida en olor de santidad, y su otro
hijo Juan de Astorga Cubero (1779-1845), afamado imaginero y escultor que fue
profesor de la Real Escuela de Nobles Artes de Sevilla, ciudad donde desarrolló
su labor y vivió hasta su muerte, y en donde se le tiene una gran consideración.
Llegados a este punto, sería muy interesante que la ciudad de Archidona
reconociera la valía de estas tres personas, como ha hecho con otros ilustres
archidoneses, que quizás por su proyección a nivel nacional sí ha sido
reconocida. Bastaría con un sencillo homenaje colocando una cartela o azulejo
cerámico en el lugar que ocupó la vivienda de Francisco de Astorga, en la Plaza
de la Iglesia, espacio en el que nació Juan y lugar donde vivió Sor María del
Socorro hasta su entrada en religión. En dicha cartela se pondría un texto
adecuado y además se podrían representar las firmas de Francisco y Juan,
colocando a su vez una imagen de Sor María del Socorro, de la que sí se conoce
su aspecto. Del mismo modo, y puesto que antes de la puesta en valor de estos
personajes sólo se reconocía la figura del otro maestro de la Plaza Ochavada,
sería conveniente colocar, en calle D. Carlos, un elemento similar en el lugar
que ocupó la vivienda de Antonio González Sevillano.
Finalmente,
esperemos que los archidoneses tomen en consideración la conservación de su
propio patrimonio local, sea del tipo que sea (incluido el documental),
prestando y buscando los “caudales” necesarios para su conservación y poder
legarlo a las generaciones futuras, a la vez que mientras tanto lo utilizada
como orgullo propio y lo rentabilizada turísticamente.
En
este sentido llama poderosamente la actitud de dos pequeños archidoneses, dos
niños de corta edad, que tras la grave herida sufrida por este emblemático
monumento, ya saben de su importancia; y así de su propia voluntad, sentimiento
y corazón, han dado a la comunidad de religiosas Mínimas el contenido acumulado
en sus huchas, con la finalidad de contribuir a algo que consideran como suyo
pese a su exigua edad. Esperemos que los mayores, de alguna manera, ya sean
instituciones o particulares, sepan hallar el acuerdo y armonía que les han
mostrado estos pequeños.
Así
todos juntos podremos seguir disfrutando de este importante elemento
arquitectónico del paisaje urbano, podremos seguir sintiéndonos orgullosos del
Patrimonio aún conservado, y quizás podremos aún más enorgullecernos si
conseguimos transmitirlo a las generaciones venideras. Para finalizar baste
recordar una frase del eminente arquitecto e historiador del arte español
Fernando Chueca Goitia:
[…]Nada colma el orgullo popular de los
españoles como las altas torres de su ciudad o de su aldea. Los encumbrados
campanarios fueron el lujo máximo de nuestra arquitectura y hoy son los vigías
más nobles y característicos de nuestra historia […]
¡Salud
a los 230 años de la torre de la Mínimas! Ojalá puedas seguir entre nosotros
hasta el fin de los días.
Fuentes documentales y bibliografía
Aunque
la mayor parte de este texto es inédito, algunos datos de los aquí empleados ya
han sido utilizados en otras publicaciones, tanto por mí como por otros
autores, completándose con otros nuevos, véase:
-
A.H.M.A., sección de protocolos notariales, escribanía de Juan Bruno de Godoy,
años 1786, 1789 y 1795.
-
Aguilar García, María Dolores.: Guía Artística de Archidona. Concejalía
de Cultura del Ilustre Ayuntamiento de Archidona, 19922ª, pp.
128-129.
-
Bonet Correa, Antonio.: Andalucía Barroca.
Ediciones Poligráfa S. A., Barcelona, 1978, pp. 215-227.
-
Chueca Goitia, Fernando.: Invariantes
castizos de la arquitectura española. Dossat Bolsillo, Madrid, 1979, p. 74.
- Garrido Pérez, Manuel.: «Francisco de Astorga Frías (1738‐1815): nuevas aportaciones entorno a su
vida, familia y testamento», Rayya. Revista de investigación histórica de la
comarca nororiental de Málaga, nº 3,
2007, pp. 25-51.
-
Garrido Pérez, Manuel.: «Francisco de Astorga Frías (1738-1815): arquitecto del
tercer y último periodo constructivo de las Escuelas Pías (1776-1794) y de la
torre y fachada del convento de Monjas Mínimas de Archidona (1790-1797)», Rayya. Revista de investigación histórica de
la comarca nororiental de Málaga, nº 5, 2009, pp. 59-89.
-
Garrido Pérez, Manuel.: La Plaza Ochavada
de Archidona: pasado y presente. ADR-NORORMA, 2014, pp. 69-86.
-
Nuevo Ábalos, José Luis.: «El simbolismo religioso
cristiano de la torre del convento de RR. Mínimas de Archidona», Rayya. Revista de investigación histórica
de la comarca nororiental de Málaga, nº 14, 2018, pp. 197-209.
-
Ortiz Argamasilla, Juan Apóstol.: Recordando
Archidona desde los años 70 en adelante. Edición a cargo del autor, 2017,
p. 40.
1 Véase las fuentes documentales y
bibliografía al final del blog.
2 Ortiz Argamasilla, (2017).